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“EL INDIVIDUALISMO NO NOS LLEVA A NINGÚN LADO”


Conocido como Lolo, José Torri -afiliado a PAMI de 67 años- trabajó duro desde siempre. Ahora disfruta de la vida familiar, del tiempo libre y cuenta cómo los medicamentos gratuitos que le da el Instituto le ayudan en la pelea diaria. La historia de José Alberto Torri - a quien le dice Lolo- podría ser la de cualquier argentino medio que vive de su jubilación, que le pelea a los problemas económicos y que, a la vez, se reconforta con detalles que le hacen el día a día más llevadero. En su caso, y por ejemplo, son los remedios gratuitos que le otorga PAMI desde que asumió al frente del Instituto Luana Volnovich. La licenciada impulsó junto al presidente de la Nación Alberto Fernández un plan de salud que le devolvió a los afiliados y afiliadas el derecho a tener medicamentos sin costo.

“Ahorro 4 mil pesos largos por mes. No puedo decir una cifra exacta porque depende del aumento del precio de remedios. Si no hago mal los cálculos, creo que habré cobrado dos jubilaciones más en un año con lo que me ahorré”, dice Torri, 67 años, pintón, camisa prolija y pañuelo al cuello. Sus amigos lo conocen como Lolo. Casado y dos hijos. Vecino de Villa General Mitre, en la Ciudad de Buenos Aires.

Siempre tuvo trabajo. Empezó ayudando a su papá obrero en la construcción, siguió como repartidor de una carnicería y granja, vendió bananas, fue almacenero y hasta empleado de farmacia. Nunca dejó de estudiar y se las rebuscó para trabajar con su padrino en una feria de Cerviño y Malabia, en Palermo. En 1978 se fue a Mar del Plata a trabajar como obrero del Estadio Mundialista para el Mundial de Fútbol de ese año. Volvió a Buenos Aires y estudió Ingeniería Química, tema que aún le apasiona. Pero el comercio pudo más y en cuanto encontró la oportunidad se las ingenió para tener local propio en una feria.

“Los 90 fueron terribles porque se cerraron las ferias porteñas, aunque nos repusimos. Conseguimos el local propio. Pero lo peor fue en 2001, cuando se produjo una crisis enorme. Los ahorros de muchos de nuestros clientes quedaron en el famoso corralito y eso incidió para que yo venda menos. Ahí aprendí que el individualismo no nos lleva a ningún lado. Comprendí que o nos salvamos todos o no nos salva nadie. Que el progreso se debe a las políticas de Estado y no sólo al esfuerzo individual. Eso lo aprendí en 2003, cuando el país volvió a crecer”, dice Lolo.

> La familia también ayudó. Pasaron los años, los hijos crecieron y siguió la esposa de siempre. Luego los hijos se fueron de casa y lo que llegó fue el tiempo del descanso. Ahora Lolo disfruta de la lectura de diarios por internet y hace gimnasia. 15 minutos de bicicleta fija cada día y caminatas alrededor de su vecina Plaza Irlanda. A veces sale a caminar con alguno de sus hijos: es el momento del diálogo. También hay charla cuando comparte mates con su esposa, a la que considera compañera de siempre. “Ella tira del carro conmigo. Jamás se subió al carro para que yo la lleve. Siempre a mi par”, la describe.

Ella es diabética y se siente aliviada por la cobertura total de medicamentos que le da PAMI. Una ayuda más en la economía familiar. Lolo, en cambio, es hipertenso y ahorra el dinero de los remedios necesarios: “Antes abonaba el 50 por ciento. Pero cuando el año pasado salió la nueva legislación, los medicamentos, tanto los de mi señora como los míos, pasaron a ser gratuitos”.

“He llegado a racionar el medicamento para que me durara más. Pero ahora no. Tomo lo que me corresponde”, recuerda sobre las políticas excluyentes de la gestión nacional anterior. Incluso hoy Lolo y su esposa pudieron adaptarse sin problemas a las tecnologías que PAMI puso a disposición de sus afiliados y afiliadas. “No tengo problemas ni con las recetas electrónicas. Ir directamente a la farmacia sin pasar antes por el médico de cabecera, sobre todo con la pandemia, es un alivio más que importante”, dice.

Cada mañana, al levantarse sin horarios, Lolo desayuna con el mate y además de la lectura de los diarios y las caminatas y ejercicios disfruta de su tiempo. Tras años de trabajo duro, ahora puede darse el lujo de relajarse. Le apasionan las series orientales y los documentales. “Me gusta disponer de mi tiempo para estar con mi familia”, sonríe. Y agrega: “Antes, por las obligaciones, uno se dedicaba a trabajar y mi esposa ayudaba pero a la vez cumplía con otras obligaciones, como atender a los chicos y limpiar la casa. Ahora es el tiempo de nosotros. De charlar, de mirarnos, de acompañarnos”.


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